Niños alargados con los rostros petrificados están de pie en el escenario. La más pequeña del grupo decide moverse, y se aferra a otra niña. La abraza. Con su ternura la envuelve hasta que dos niñas irrumpen el silencio con sus risas. Las carcajadas devuelven a esas ocho niñas y un niño a su naturaleza infantil. El mutismo vuelve y esta vez crispa sus cuerpos. Son Danfroc. La primera compañía infantil de danza afrocolombiana contemporánea del país dirigida por Teófilo Mercado, quien desde muy joven enfrentó con la danza el matoneo y ahora les enseña a los niños que crecieron en su barrio, el Olaya Herrera de Cartagena, el poder que tienen en sus cuerpos.
En esa otra Cartagena -a la que no llega la espuma del mar y en la que hay vandalismo, drogadicción y fronteras invisibles-, se encuentra el barrio Olaya Herrera, en el sector Rafael Núñez. Hace cuatro años la Fundación Granitos de Paz llegó a este barrio con el fin de darle más opciones a los niños. Teófilo Mercado era en ese entonces el profesor de danza y usando la champeta como vehículo, empezó a ver el carácter interpretativo de estos niños que sin darse cuenta empezaron a recibir clases de danza contemporánea. Teófilo se dio cuenta del potencial que tenían estos niños y creó la compañía de danza Danfroc.
En tan solo nueve meses de investigación montaron la obra “El silencio, un mundo de inocentes”. La voz de Etelvina Maldonado, entra a la escena. Los cuerpos empiezan a sentir la tensión del movimiento. Sus caras rígidas contienen todas las emociones que recuerdan que los niños también han sido víctimas. En la voz de Petrona Martínez, “Un lamento a mi madre”: En los Montes de María esto sucedió señores, estaba llorando un niño lamentando sus dolores. Las niñas demuestran el control de sus cuerpos, de su expresión, de su conciencia de la interpretación, así como de las reacciones que generan. Con sus cuerpos hablan del dolor, de la violencia y de la infancia. ¿Por qué me pega madre mía?, oi eh… ¿Por qué me pega mamá?, ia jé…
Danfroc, como afirma su director, no es solamente danza sino algo humano y social que los niños han apropiado. Es su formación y estilo de vida. Hoy día ensayan en la sede comunal del barrio. Un espacio pequeño que queda en la perimetral, más exactamente en la Ciénaga de la virgen, que se reconoce por ser el lugar donde las personas construyen sus casas con basura.
En medio de la función los niños gritan “¡QUÉ MAMBRÚ SE FUE A LA GUERRA! ¿QUÉ QUÉ? ¿QUIÉN ES ESE MAMBRÚ?”. Así, además de las risas que aparecen a veces como esperanza y otras más bien como locura, son los juegos, las rondas y el cotidiano lo que alimenta la historia de El silencio.
Diez niños de la compañía, fueron los elegidos para cerrar en Bogotá el Festival Internacional Vídeomovimiento. Se presentaron más de 200 propuestas de vídeo danza nacionales e internacionales de las que solo diez fueron ganadoras en distintas categorías. Las compañías más importantes del país y del mundo, pasaron por la pantalla de varios escenarios tanto en la Universidad Javeriana como en la biblioteca Virgilio Barco. El cierre, estuvo a cargo de Dinamov y Danfroc.
Los primeros demostraron todo su profesionalismo y trayectoria con una propuesta que incluía mucho control y aprovechamiento de varios estilos como la danza urbana. La mayoría bailarines de profesión. Luego de su presentación, se proyectó El Silencio, una adaptación de la obra creada por Dixon Quitian, director del festival Videomovimiento, y quien además descubrió en sus inicios a la corporación y desde entonces la ha apoyado. Como él cuenta, esta pieza audiovisual ha girado por todo el mundo y abierto festivales de vídeo danza. Así que apenas terminó la proyección, las niñas se tomaron el escenario por el que minutos antes habían pasado bailarines profesionales, dejando a más de uno con la boca abierta.
La preparación para el viaje empezó meses atrás. Muchas de las niñas no habían viajado a la capital del país ni habían sentido el clima frío, por lo que en sus ensayos previos a la presentación tenían que usar chaqueta.
Las madres de estas niñas, en su mayoría cabezas de hogar, hicieron varias recolectas, bazares y fritos, para conseguir el dinero necesario para comprar los tiquetes a Bogotá para todos los integrantes de la compañía y dos mamás acompañantes, entre ellas Ruby Pérez madre de Sharick Rivera, que no pudo contener las lágrimas.
“Mi hija lleva bailando seis años. Empezó cuando tenía cinco y ahora tiene once. Cuando llega la fundación al barrio, ella descubre que le encanta la danza. Ella se come el escenario. A mí me da más miedo a veces que a ella. Me encanta que se sienta así. Yo fui bailarina pero no se dieron las cosas. Cuando ella veía mis fotos, ella me preguntaba. La danza a ella la ha ayudado muchísimo. Es una forma de expresar lo que ella siente. Ella me dice que es una artista profesional. Como somos de escasos recursos se hizo de todo. Empanadas, pasteles, y hasta hubo padrinos que aportaron para la compra de los tiquetes”
Con movimientos espasmódicos los cuerpos de las niñas representan las consecuencias de guardar silencio en un país en guerra. La locura, la tortura, la violencia, que aleja a muchos de sus propias mentes y que pasa por los cuerpos de niños y mujeres víctimas en un mundo de inocentes.
De Bogotá volverán a Cartagena a seguir ensayando y construyendo nuevas obras con las que cada vez más demostraran la fuerza, interpretación y poder de sus cuerpos para expresar emociones, hacer lo que les gusta y seguir bailando profesionalmente en una carrera que seguro les traerá nuevos viajes y más premios.
Katty sofia gomez rivas says
Es algo q a uno nos llena de felicidad de tristesa al mismo tiempo es algo muy bonito muy maravilloso..😂
Ilva Rolong Ariza says
Espectacular sencillamente sin palabras el arte y la educacion es el camino… hay que continuar gestionando y apoyando a los niños , niñas y jovenes del caribe que tiene tanto talento .Asi se logra la verdadera paz Cartagena es mucho mas que playa , brisa y mar.
MaguaRED says
¡De acuerdo! Cartagena tiene muchas historias para contar. Gracias por tomarte el tiempo de comentar.