En MaguaRED disfrutamos compartiendo las imágenes y videos que envían los miembros de nuestra comunidad en respuesta a las invitaciones que hacemos en nuestro portal y en redes sociales. En esta ocasión, Las niñas son las protagonistas
[foogallery id=»13421″]NOREVISADA
La estrella de la casa
En MaguaRED y Maguaré estaremos publicamos las frases más ingeniosas, divertidas y sabias que dicen los niños de cero a seis años en nuestra comunidad. Muchas de ellas son parte de la selección del libro Casa de las estrellas, del profe Javier Naranjo, nuestra inspiración inicial junto con las anécdotas que de manera autónoma nos han compartido algunos padres en otras ocasiones, para invitarlos a compartir con toda la comunidad las ocurrencias de sus niños.
[foogallery id=»13515″]Somos colombia
Días como el 20 de julio nos recuerdan nuestra historia, nuestras victorias, nuestros caminos pendientes, y todo lo que amamos. En MaguaRED y Maguaré creemos que lo más valioso es celebrar nuestra cultura y en relación con los niños recordar el compromiso que cumplimos al recibirlos en ella.
[foogallery id=»13526″]El cuerpo de las cosas. Una obra en constante movimiento
El cuerpo de las cosas, obra ganadora de la primera Beca de Creación en Danza para la primera infancia, del portafolio de estímulos de Bogotá, es una propuesta del colectivo Poder entraña que involucra las dinámicas propias del cuerpo, el movimiento y el juego.
Extraños seres de cartón aparecen en escena mientras construyen otras arquitecturas a partir de cajas. Una madre y una niña irrumpen en el juego, ellas son ahora las que crean con los elementos y cada objeto -una tela, un tubo e incluso otros cuerpos-, se convierten en material de exploración y creación.
Los espectadores que evidentemente empezaron hace poco a caminar, se pasean entre el público, ríen, bailan y los más curiosos entran a la obra para observar más de cerca. En medio de estas estructuras de cartón, aparecen otros cuerpos que sirven para alcanzar altura, ver todo desde otra perspectiva y darle nuevas formas a su espacio de juego.
Es el mundo de los niños. No hay roles, hasta los cuerpos sirven para cambiar el ángulo de visión y vivir la experiencia a distintas alturas. Al final, todos los niños se apoderan del escenario y se apropian de todos los elementos y dispositivos que están a su alcance para entrar en el juego.
Dina Luz Hueso dirige la obra en conjunto con Daniel Riaño y Andrés Chávez quienes en compañía de Mariana Correa, Matías Chávez y Martín Vargas, niños que no superan los siete años, proponen esta obra especialmente concebida para la primera infancia.
Como explica Daniel, es un trabajo de investigación que plantea varias preguntas en torno a la forma en que los niños se relacionan con el mundo y cómo empiezan a construir relaciones corporales desde los imaginarios más cercanos que tienen, que son los objetos cotidianos. Un concepto central que podría resumirse en la relación que tienen los niños con las cosas.
A partir de esta propuesta trabajan sobre situaciones como esas en que los niños empiezan a moverse, a imitar o a proponer movimientos a partir de los objetos que se sugieren en los espacios.
La obra está compuesta por cuatro fragmentos que no tienen entre sí una relación preestablecida. Esta conexión la generan los niños que actúan en la obra y los que la ven. No es una obra conclusa, sino que se va generando a través del movimiento y la corporalidad, no responde a una dramaturgia estructurada así como el juego, que es uno de sus elementos fundamentales.
La obra está pensada desde la perspectiva de los niños y el alcance de su mirada. Muchos movimientos en el piso o acciones lentas como la construcción de un robot en vivo fueron diseñadas para que los niños no vean la obra desde posiciones incómodas.
Con la intención de que en el momento de ver la obra y cuando volvieran a sus cotidianidades objetos como las cajas, los tubos o las telas, se transformaran en objetos de juego y creación, se creó El cuerpo de las cosas.
“Pensábamos en la calidad de los materiales, el uso y cercanía. No queríamos generar una propuesta con elementos que no estuvieran al alcance de ellos en su cotidianidad”.
La importancia del juego se evidencia en todo momento. Como comenta Daniel, es el campo de acción y de investigación de todos los niños y a partir de ese juego, es que ellos comprueban teorías e hipótesis que luego ponen a prueba y confrontan, entre ellos y con el mundo que están construyendo.
La obra tiene elementos de la danza contemporánea, ejercicios de respiración, exploración y las acciones que plantearon los niños que hacen parte del equipo creativo.
Hace 6 años Poder entraña comenzó un trabajo en el que Dina y Angela, dos bailarinas, llevaron sus inquietudes sobre la pulsión de los bebés y la gestación en su encuentro con el movimiento y el afecto. Iniciaron unos talleres dirigidos a mamás gestantes construyendo ambientes de exploración y encuentros con la corporalidad, las sensaciones y los materiales que se pudieran enriquecer la parte afectiva.
El cuerpo de las cosas, es una evolución de esa primera aproximación de hace 6 años, una obra pensada a partir de la exploración y creatividad de los niños de primera infancia, que además se adapta a todos los espacios y siempre deja inquietudes en los niños que regresan a sus vidas cotidianas a crear otros mundos como en el Cuerpo de las cosas.
Su próxima función será el 21 de diciembre de 2017 en el Teatro Villamayor de Bogotá.
Niñas sin miedo. Un proyecto que rueda por los derechos de las niñas
Por: Nibeth Adriana Duarte – Periodista digital de MaguaRED.
Llegué a una de las fronteras sociales de la ciudad de Bogotá, al extremo oriente de la ciudad, en el Municipio de Soacha, con la intención de conocer el trabajo de Niñas sin miedo, fundación que empodera a las niñas y adolescentes para que puedan ejercer plenamente sus derechos. Hice mi primera parada en el Centro comercial Unisur donde se reunieron algunas de las voluntarias que ese día preparaban los últimos detalles de dos talleres que tenían que ver con seguridad y emociones.
Al completar el grupo, tomamos un bus con dirección al Barrio Los Pinos, ubicado en la comuna 4 de Cazucá perteneciente a la localidad de Ciudad Bolívar, habitada por cerca de 70.000 personas. En el camino a esa empinada colina, la mitad del grupo se bajó antes, para reunirse con las niñas más grandes que ese día tenían día de bicicleta. Las demás nos dirigimos al salón comunal de este barrio de calles destapadas cuyo paisaje se ensambla con las cientos de casas con arquitectura regular y popular caracterizada por ladrillos desnudos que cubren las fachadas y tapan la montaña.
Estas voluntarias llegaron allí, a partir del trabajo y la búsqueda personal de Natalia Espitia, quien en 2012 sufrió abuso sexual en las calles de Buenos Aires y decidió subirse a la bicicleta que la condujo a este barrio en el extremo de la ciudad de Bogotá lindando con Soacha, con la misión de prevenir casos de abuso sexual y embarazos tempranos en las niñas de esta comunidad a través del deporte y usando como vehículo de empoderamiento, la bicicleta. A ella se le unieron artistas, abogadas y maestras que comprendieron la importancia de trabajar con las niñas y prevenir algunos de los 48 casos de agresiones sexuales a niños de entre 0 y 17 años que se presentan cada día en Colombia.
Mientras que las niñas de 10 años en adelante, se unían a los bicimentores para dar un bici paseo por las calles de su barrio en bicicletas que han sido donadas a la fundación, y con las que aprenden a sentirse seguras y valientes, yo me unía a la línea de educación en compañía de tres voluntarias que saludaron a las niñas que ya se encontraban esperando en el parque próximo al salón comunal. Como primer ejercicio las voluntarias invitaron a las niñas a presentarse y luego a una actividad al aire libre donde entonaban en coro: “era una sandía gorda, gorda, gorda que quería ser la más bella del mundo y para el mundo conquistar…”
Como lo define Paula Herrera de seis años “Niñas sin miedo es lo mejor para nosotras para aprender a montar bici, aprender que no debemos tener miedo y si uno se cae, volverse a levantar y seguir luchando por los sueños”
La primera actividad consistió en realizar una cartografía o mapa de las emociones del cuerpo. Una de las voluntarias les entregó el dibujo de dos niñas y allí tenían que ubicar emociones como el aburrimiento, la diversión o la depresión. Con este ejercicio vieron sus cuerpos como el primer territorio del que hacen parte y lograron identificar las emociones en cada punto de su organismo con el fin de poder identificar mejor cómo reaccionar ante momentos donde este tipo de emociones salen a flote.
Actividades como esta, logran que las niñas, sientan a Niñas sin miedo como un espacio seguro donde ellas pueden expresar todo lo que les pasa y sienten. Como el caso de Carol Herrera que en medio de una actividad recordó como un hombre trató de llevarla a la fuerza y reaccionó contándole a sus padres, quienes interpusieron una denuncia por acoso.
En el programa de educación intentan mejorar la conciencia sobre la percepción y el aprecio de sí mismas. La comprensión y el uso práctico de su papel como agentes de cambio en la sociedad, así como a establecer y fortalecer su red de apoyo social en caso de abuso o violencia de género y proporcionar mayor conciencia sobre la igualdad de género y su papel como niñas y jóvenes en la sociedad.
El proyecto arrancó con 30 niñas del barrio entre los 6 y los 15 años de edad y fue hasta diciembre de 2016 que se pudieron abrir 20 cupos más para las pequeñas del barrio Bella Vista; y en febrero empezaron a trabajar con 50 niñas.
Como cuenta Mariana Ospina de 12 años y que hace parte de Niñas sin miedo desde su fundación. Niñas sin miedo les enseña a las niñas que son especiales, que no se pueden dejar de nadie y son valientes. “Me encanta que nos valoran y es un ambiente que podemos disfrutar, sin ningún inconveniente”
Las bicicletas por su parte, promueven el liderazgo, el trabajo en equipo y permiten que las niñas y adolescentes tomen el control sobre sus propias vidas. Así como fortalece el desarrollo , mejorando la salud integral y bienestar de las niñas a partir de oportunidades deportivas y actividades de esparcimiento.
Natalia y todas sus voluntarias seguirán rodando y trabajando en conjunto con estas niñas para alcanzar la igualdad y frenar los abusos de violencia y agresión, generando lideresas que podrán identificar cualquier situación de peligro y en el mañana seguirán fortaleciendo su rol de niñas y mujeres.
#CuentosDerechos 5: Niños y niñas tienen derecho a la libertad
La actividad #CuentosDerechos es una invitación de nuestro proyecto para que las familias (y todas las personas que trabajan en entornos educativos y culturales para primera infancia) compartan con los niños y niñas conversaciones sobre sus derechos que se sugieran a través de las expresiones artísticas. Cada derecho, de 12 que entregaremos en total, incluye un cuento que sugerimos contarles mientras ellos dibujan lo que piensan y sienten. A quienes participen según nuestros términos y condiciones les enviaremos un libro de regalo y otros detalles especiales para algunos seleccionados que entreguen por escrito experiencias valiosas, testimonios del proceso y nuevas ideas.
Los niños y las niñas tienen derecho a la libertad
Para participar en la actividad y hablar a los niños específicamente sobre este derecho sugerimos leerles el cuento a continuación. Los dibujos y experiencias en texto que recibamos aparecerán publicados en diciembre 2017 en una revista digital (para leer gratis en línea, descargar e imprimir).
Carlota había nacido ciega, sorda y sin pelo, tal como llegan al mundo todos los canguros. Había trepado con sus poderosas manos de recién nacida por el vientre peludo de su mamá, siguiendo el rastro que ella dejó con su saliva, tal como lo habían hecho desde tiempos remotos todos sus parientes. Había entrado como pudo en la bolsa en que encontró la fuente de esa leche tibia que tanto le sirvió para calmar su hambre y sus temores y, desde entonces, había permanecido cómodamente instalada en el marsupio de su madre durante los ocho meses reglamentarios, concentrada en crecer, fortaleciendo sus patas traseras y su columna vertebral, acicalándose los pelos que le fueron creciendo, preparando sus ojos y oídos para enfrentarse al universo que se imaginaba, del que tenía vagas ideas construidas a partir de los sonidos que cada vez percibía con mayor precisión y de las ráfagas de luz que entraban cada vez que su mamá se asomaba para ver cómo estaba.
Afuera, su hermano Rodolfo conversaba con su madre, mientras ella le enseñaba lo fundamental: fundamentos del salto de canguro, cómo emplear la cola para mantener el equilibrio en carrera, qué hierbas mordisquear, cuáles evitar y cómo mantenerse distante de los humanos en la llanura.
Carlota, que era muy inteligente desde chiquita, iba registrando todo lo que su mamá le explicaba a Rodolfo y planeaba sorprenderla cuando estuviera allá afuera, demostrarle que había comprendido un montón de cosas con solo escucharla. Rodolfo estaba casi listo para dejarlas e ir en busca de una novia y entonces llegaría su turno para explorar el mundo, Carlota contaba los días y las horas. Y entonces ocurrió el accidente: Rodolfo se quebró una pata y la cola en el camino de las rocas y su mamá, que era muy buena y gozaba de gran reputación entre las canguras por no haber dejado nunca abandonada a una de sus crías, decidió cuidarlo hasta que se recuperara y por eso la estadía de Carlota en el marsupio tuvo que prolongarse. Su mamá tuvo que repartir su tiempo entre los cuidados de Rodolfo y su estrategia para avanzar en la educación de Carlota. Fue así como la pequeña cangura escuchó lo que su madre quiso contarle. Le habló sobre la ruta corta para atravesar el desierto, la deliciosa hierba verde que se podía encontrar cruzando la llanura, las rocas que escondían arbustos cargados de frutillas al comienzo del verano, le habló de los ríos y pozos en que podrían tomar agua, de otros animales, los de temer y los confiables, de los atardeceres de soles naranja, de las precauciones que debería tener cuando saliera para evitar que pasara algo como lo de Rodolfo… ¡Y Carlota cada vez tenía más ganas de estrenar el mundo! Pero a mamá no le parecía conveniente, temía que no pudiera defender a dos crías de los depredadores, que descuidara la formación de Carlota por estar atendiendo a Rodolfo o que la pequeña se accidentara como su hermano mayor.
De nada sirvieron los ruegos de Carlota, lo máximo que logró fue asomar su cabeza por la abertura de la bolsa en un momento de distracción de su madre. La intensa luz del sol la deslumbró, un fuerte olor a tierra húmeda penetró en su nariz y el canto nítido de un pájaro se instaló en su cabeza. Después de ese incidente, Carlota intentó por todos los medios salir de la bolsa. Su madre llegó a perder la paciencia y a alzarle la voz en un par de ocasiones, ¿no se daba cuenta de que todo esto lo hacía por su bien y por el de su hermano? La pequeña cangura lo sabía, pero algo en su interior la impulsaba hacia afuera y el corazón de su madre supo entenderla cuando un buen día saltó y empezó a caminar mientras repetía en voz alta las instrucciones que su mamá le había dado a Rodolfo para usar la cola y mantener el equilibrio. Conmovida por lo que vio y escuchó, su mamá aceptó que saliera y explorara el mundo bajo su atenta mirada. Contempló con orgullo sus aprendizajes, se sorprendió con su primer salto alto, contuvo un grito cuando Carlota tropezó con una raíz y se golpeó la frente, sonrió satisfecha cuando la vio levantarse para continuar con su camino, se tragó sus palabras cuando pilló a la cría haciendo su camino por una senda más segura para llegar al río y hasta lloró un poco de la emoción cuando le trajo frutillas de los arbustos para Rodolfo, que ya se había recuperado y estaba listo para dejarlas. En ese momento supo que sus hijos, cada uno en su medida, habían conquistado su derecho a ser libres de tomar pequeñas (o grandes) decisiones para sus vidas.
¡A participar!